domingo, 13 de junio de 2010

A VINO NUEVO, ODRES NUEVOS (Artículo de junio)

El sector de la moda es exigente y sacrificado, lo conozco bien. Es un mundo superficial, donde cuidar la imagen exterior es una prioridad, llegar a los treinta significa ser algo mayor y utilizar una “cuarenta y dos”, la talla media más común entre las féminas, no es lo ideal. Desde dentro observas cómo las jóvenes aspirantes a modelos rivalizan por un primer puesto, se mal alimentan y se acostumbran a carecer de naturalidad; sólo tenemos que fijarnos en los desfiles de las pasarelas o en los posados de las revistas, siempre retocados, por cierto.
Esta profesión puede llegar a ser reconfortante para quien tiene la suerte de haber obtenido por naturaleza una belleza y complexión, según los cánones de la moda, perfectos; pero para mí personalmente no es vida. Al menos, no es el camino de la felicidad si tienes claro que la verdadera felicidad viene de dentro y sólo dedicándonos a lo que realmente nos gusta nos sentiremos realizados y bien con nosotros mismos. Una profesión donde se cultiva el exterior en demasía y se descuida totalmente el interior no es algo hecho para mí.
Cuando después de cinco largos años terminé mis estudios en la especialidad de Moda me di cuenta de que la vida es mucho más que la apariencia exterior, mucho más que vivir por y para lo “externo”. Entonces recapacité y reconocí que me había equivocado. Fui consciente de que podía haber estudiado cualquier otra carrera o haber terminado en un aula de cualquier universidad, cualquier cosa que me hubiera propuesto antes que decantarme por esta especialización, pero era tarde para reproches; si quería ser fiel a los dictámenes de mi corazón sólo me quedaba empezar de nuevo y seguir otro camino: el de la literatura.
Ya de pequeña escribía historias con una antigua Olivetti al más puro estilo Agatha Christie, historias que convertía en libros que yo misma encuadernaba. Soñaba con reinos imaginarios y me divertía con los seres legendarios y fantásticos que poblaban esas páginas. Vibraba en la sintonía de la fantasía y me estremecía con historias de terror o misterio. Y es que en el mundo de la imaginación cabe todo: animales parlantes, escobas voladoras, enseres con vida propia, seres fantásticos y desde el personaje más egoísta y egocéntrico hasta el más bondadoso y sensible. Cosas y seres fascinantes que sólo podemos hallar en la literatura.
Los libros avivan la imaginación en niños y mayores y nos invitan a adentrarnos en ese mundo mágico donde se pone a prueba la ilusión y la capacidad de asombro. Ese mundo que nos muestra la vida real desde un punto de vista diferente, conduciéndonos a discernir entre el bien y el mal, pues no deja de ser una curiosa metáfora de la vida real.
Siempre que comienzo una historia trato de ponerme en el lugar del lector, como la lectora que también soy, e intento que el texto transmita la pasión y la ilusión del momento. Tengo que sentir la fluidez de las palabras, la espontaneidad en los diálogos y la sencillez del conjunto para estar satisfecha; pues si una cosa es cierta es que, en esta profesión, cualquier cosa no vale.
Y, como todo en la vida, también existen inconvenientes que no entienden de ilusiones ni de esfuerzo. En el sector literario hay escritores de todas las edades y géneros que prometen, pero la falta de oportunidades los limita. Les corta las alas, podría decirse. A nivel municipal, apenas se incentiva la escritura con concursos, hecho que dispararía la creatividad en jóvenes y mayores, y el área de cultura no cuenta con un presupuesto asignado para subvencionar libros cualificados. Pero aún existe otra contrariedad que causa mayor frustración: en algunas librerías, decenas de libros de autores noveles que un día decidieron editarlos esperan en la trastienda a que su autor regrese a por ellos. Una auténtica tomadura de pelo, pues todos sabemos que lo que no se expone, no se vende.
¿Hace falta ser Miguel de Cervantes o familiar directo de alguna personalidad del mundo de las letras para escribir libros interesantes? Yo creo que no, pues un escritor nace y se hace, y tenemos un ejemplo cercano con nuestro admirado Miguel Hernández. Nace, porque debe reunir ciertas aptitudes; y se hace porque va madurando conforme escribe. Pero ni Hernández lo tuvo fácil en su época ni su trabajo fue reconocido con la repercusión que tiene en nuestros días. Hasta los que denominamos “grandes autores” han pasado por un largo proceso de aceptación, pues parece ser que lo actual, el trabajo de artistas contemporáneos, venda menos por falta de popularidad, pero eso no significa que no merezcan una oportunidad o que sus trabajos no estén a la altura del consumidor más exigente.
Amigos, demos una oportunidad a todo aquel que se esté abriendo camino en la disciplina que sea. “A vino nuevo, odres nuevos” –se dijo. Abramos la puerta a lo nuevo. Porque el mundo de la literatura, de la música o de la poesía se reinventa cada día adaptándose a los tiempos bajo la forma de nuevas y atractivas promesas.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu post de hoy, pero una cosa: no te equivocaste con lo de estudiar moda. Yo creo que el saber no ocupa lugar y luego, a lo mejor no trabajas ni te dedicas a lo que has estudiado, pero toda piedra hace pared y todo sirve, todo es una experiencia en la vida y de todo se aprende y te forma como persona.

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  2. Bien interesante tu articulo Rosa.
    Lo salpicas de muchas verdades y estoy de acuerdo contigo
    Siempre hay que dejar puerta abierta a lo nuevo, pero también pienso que ningún conocimiento sobra ni estorba en la vida, más bien la amplia y nos regala fuente para un verdadero balance
    Besotessss y linda semana amiga

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  3. Hay muchos talentos a los que no se les da una oportunidad... Tú tienes la chispa de buena escritora, así que no te desanimes y sigue escribiendo... ¡TU OPORTUNIDAD YA LA TIENES: ERES TÚ! No necesitas reconocimientos para demostrar tu buen hacer literario. Ánimo y adelante. Un beso.

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  4. Ana: yo tampoco creo que sea un error, tener estudios abre puertas. Si te equivocas, siempre puedes convalidar y dedicarte a otra cosa que te agrade más. Porque una cosa está clara: si tu oficio te gusta tendrás éxito y te sentirás realizad@. Un abrazo.

    Gizela: la vida es así, si valoras tu interior, cultívalo, es la puerta de la felicidad. A veces nos dejamos llevar por lo exterior y hasta juzgamos a las personas por la "fachada"... nada más etéreo. Y sí, el saber no ocupa lugar. Un beso.

    Pilareño: yo pienso como tú, si haces algo bien no necesitas reconocimientos, pero observa que el escritor se debe enfrentar siempre a la crítica. La opinión de los lectores es importante; sin lectores no habría escritores.
    Un abrazo. Gracias por tus palabras.

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