sábado, 26 de septiembre de 2009

EL SACO DE CARBÓN

Esta es una de esas historias que viajan por la red digna de ser reproducida. Espero que disfrutéis con la belleza de su mensaje. ¡Un saludo a todos!

Un día, Jaimito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre, lo llamó. Jaimito, lo siguió, diciendo en forma irritada:
- Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo.
Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo!
Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo:
- Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso!
Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso:
- ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como la tendedera estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa.
Cuando, el padre regresó y le preguntó:
- Hijo ¿Qué tal te sientes?
- Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
- Ven conmigo quiero mostrarte algo.
Lo colocó frente a un espejo que le permite ver todo su cuerpo. ¡Qué susto!
Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
- Hijo, cómo pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.

Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras.
Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones.
Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos.
Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter.
Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.
EDUQUEMOS EN VALORES.

martes, 22 de septiembre de 2009

ESE LASTRE LLAMADO... EGO

En psicología, “yo” o “ego” (del latín), se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio. Pero el ego es un término difícil de definir dadas sus diferentes acepciones. Para su buen entendimiento general, diremos que se trata de un rol que nos confunde: confundimos el ego con el yo, con la propia persona, con la verdadera identidad, ya que no lo tomamos como un rol sino como que somos nosotros mismos. Por citar un ejemplo, es como confundir el personaje de una película con el actor que lo representa.
Es obvio que nuestra personalidad está atada al ego de forma psicológica, pero debemos ser conscientes de que nosotros no somos ese ego. Aunque se trata de nuestra mayor debilidad, pues sino: ¿por qué nos cuesta tanto pedir perdón? ¿Por qué nos ofendemos con tanta facilidad? ¿Por qué vivimos más preocupados por el “aparentar” que por el “ser”? Todas las respuestas giran en torno a una sencilla explicación: las personas nos dejamos llevar muy a menudo por los roles del ego: el victimismo, los prejuicios, la irascibilidad, el orgullo, el protagonismo, el desinterés… todo aquello que nos hace sentir “amos” cuando en realidad no somos más que “esclavos”.
También nos confunde pensar que el ego es sólo pedantería, soberbia, etc. Pues también es signo de complejo de inferioridad, es sentirse disminuido al ser comparado frente a otros. Hay personas que gozan con el rol de víctima porque les da el poder de manipular, de llevar las riendas de una situación concreta, cuando en realidad no poseen ni siquiera el poder de decidir analíticamente.
Ahora bien, el ego también es pensar siempre en función de uno mismo, es no ver más allá de nuestros propios ojos, es esperar de los demás sin estar capacitado para entregar, para ofrecer; es centrarnos en nuestra propia persona.
El falso orgullo también es un rol del ego, pero no pasa lo mismo con el orgullo “sano”. Éste último se manifiesta cuando nuestros semejantes alcanzan una meta, o cosechan un éxito, y nos sentimos orgullosos de ellos. Pero el orgullo es negativo cuando busca la necesidad de sobresalir, de resaltar respecto a otros. Y lo mismo pasa con la envidia.
Por desgracia vivimos en una sociedad donde cobra mayor importancia lo que se dice de una persona que su verdadera valía personal, arrastrándonos así a preocuparnos en exceso por nuestra calidad de imagen, por cómo nos ven “desde fuera”, descuidando nuestra verdadera personalidad en un combate sin descanso donde nuestra máxima preocupación es parecer y no ser. Por lo tanto, podemos afirmar que el ego vive de la apariencia y es una gran barrera para nuestro crecimiento personal.
Según la filosofía oriental, el yin y yang es un concepto basado en la dualidad de todo lo que existe en el universo. Describe las dos fuerzas fundamentales, aparentemente opuestas y complementarias que se encuentran en todo (por supuesto, también en el ser humano). Y efectivamente así sucede con todas las cosas: hay dos polos opuestos, uno positivo y otro negativo, hay luz y oscuridad, hay sonido y silencio, hay calor y frío, hay quietud e inquietud, etc. De este modo, las personas también cargamos con dos personajes en disputa: uno que se afana por el éxito material y otro que aspira a elevarse espiritualmente.
Nuestro ego acumula una tremenda dosis de egoísmo, y también está poseído por tantos roles materialistas que no percibe lo vano que es todo: críticas, discusiones, etc. Mientras que el espíritu que habita en nosotros, polo opuesto del ego, es la parte de nuestra personalidad que despierta en nosotros la vocación de servicio, la compasión y el amor hacia los otros. Es la voz de la conciencia que inspiró la famosa frase: “En el olvido propio se encuentra uno a sí mismo”.
Amig@s, en definitiva, para estar totalmente exentos de los perjuicios del ego, en primer lugar, debemos adquirir conciencia del mismo autoanalizándonos y tratando de eliminar, poco a poco, el uso frecuente del pronombre “yo” en nuestras conversaciones. Reconozcamos que el ego quiere que nos sintamos ultrajados cuando recibimos un trato incorrecto o nos insultan: no le demos la razón, es la única forma de librarnos de él. Seamos pacientes y escuchemos a los demás. Valoremos a nuestros semejantes tratando a todos por igual. Huyamos del favoritismo. Demos más y pidamos menos. Acerquémonos a la verdadera libertad, la que no necesita nada para probar su existencia.

sábado, 19 de septiembre de 2009

DISCIPLINA POSITIVA

Lo podemos ver a menudo en diferentes programas de televisión, esa caja boba que parece haberse convertido en el caldo de cultivo de la intolerancia y la ociosidad, que hoy día enseña más mal que bien y que muchos todavía optamos por ignorarla excepto a la hora de las noticias (noticias que corroboran lo mal que andamos por este planeta).
Ahora bien, distingamos entre dos clases de crítica, pues, aunque parezca mentira, una crítica puede darse con buena intención. Es decir, es muy poco lo que separa a una crítica destructiva de una crítica respetuosa. Sin embargo los resultados pueden ser absolutamente opuestos:

-La crítica constructiva: es la que ayuda a mejorar lo criticado, aconseja con generosidad y no hiere.

-La crítica destructiva: es la que no aporta nada, ni a quien la produce ni a quien va dirigida. Humilla y desanima haciendo que quien la recibe no reflexione sobre su conducta para intentar mejorarla, sino que la toma como un reproche, generando odio y rencor. Denota una soterrada cobardía exenta de nobleza por parte de quien la imparte. Y, cuidado, tiene efecto boomerang y deja daños irreparables en la parte espiritual de la persona que la hace.

Por desgracia, vivimos en una sociedad muy dada a la crítica destructiva. Crecemos acostumbrados a despotricar sobre nuestros semejantes, sin hacer distinciones de ningún tipo.

La crítica destructiva es la que divierte y entretiene, pareciéndonos imposible escapar de esta epidemia siendo tan abundante.
En política: un gobierno critica a otro lejos de unirse en busca de soluciones efectivas.
En sociedad: se está perdiendo la disciplina y el respeto que con tanto ahínco nos trataban de inculcar nuestros mayores.
En familia: parece haberse perdido el cariño y el respeto entre unos y otros.
También es muy común la crítica absurda, o dicho en buen romance, criticar por criticar. Cuando alguien critica pero no aporta una explicación mejor se autodescalifica porque critica por criticar, por la crítica misma y no para aportar soluciones.
Por lo tanto, amig@s: tengamos mente analítica, pues la crítica destructiva o absurda no es más que la ausencia de amor.

lunes, 14 de septiembre de 2009

VOLVERNOS NIÑOS... PARA ARREGLAR EL MUNDO


(En cuanto leí esta historia quise que llegara a todos vosotros... Con cariño)

Un científico que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba resulto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de seis años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera entretenerlo.
De repente se encontró con una revista, donde había un mapa con el mundo, justo lo que necesitaba con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de tela adhesiva se lo entregó a su hijo, diciendo:
-Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.
Entonces calculó que al pequeño le llevaría diez días componer el mapa. Pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.
-Papá, papá, ya lo he montado, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no creyó al niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiese conseguido componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.
Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?
-Hijito, tú no sabes cómo era el mundo. ¿Cómo lo lograste?
-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer el hombre, que sí sabía cómo era cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado el mundo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

LOS NIÑOS APRENDEN LO QUE VIVEN


Si los niños viven con la crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a compadecerse a sí mismos.
Si los niños viven con ridiculez, aprender a ser tímidos.
Si los niños viven con celos, aprenden qué es la envidia.
Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentirse culpables.
Pero, si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con estímulos, aprenden a ser confiados.
Si los niños viven con elogios, aprenden a apreciar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse a sí mismos.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a encontrar amor en el mundo.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden a tener un objetivo.
Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad y equidad, aprenden qué es la verdad y la justicia.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean.
Si los niños viven en la amistad, aprenden que el mundo es un bello lugar para vivir.
Si los niños viven con serenidad, aprenden a tener paz espiritual.
Fotos: Miriam un día de playa.

martes, 1 de septiembre de 2009

LA MOCHILA MÁS LIGERA


Durante nuestro largo y cansado transitar por los altibajos terrenos de la vida solemos descuidar un pequeño detalle muy importante y cuya reflexión me sobrevino en el camino. Vamos por la vida como aquel inexperto caminante que, cargado de una henchida mochila, emprendió un largo viaje. Agotado y exhausto por el esfuerzo, enseguida se percató de que tenía que desprenderse de todas aquellas cosas innecesarias con las que había cargado su mochila para poder llegar a la meta o jamás lo conseguiría. Al menos no disfrutando de la experiencia y del paisaje.

Pues si para emprender cualquier travesía debemos procurar llevar lo justo y necesario en la mochila, llegando a la conclusión de que, a la larga, hasta un insignificante pintalabios pesa: ¿por qué no hacemos lo mismo con nuestra mente, liberándola de todo aquello que le es innecesario y que tanto le fatiga llevar a cuestas?

El equilibrio y la quietud mental vuelven a nosotros cuando llevamos en nuestra masa gris sólo aquellas cosas realmente necesarias.