sábado, 11 de abril de 2009

¿POR QUÉ NO? ¡HABLEMOS DE CRISIS!

Está a la orden del día: un importante grupo de personas, cuando anochece, cierran los comercios y nos disponemos a recogernos en nuestras casas, acuden a los contenedores de basura para recoger la comida que se ven obligados a desechar algunas tiendas y supermercados. Triste panorama, inusual e inédito, que tiene lugar aquí mismo, en nuestro pueblo, en esta apacible localidad desarrollada y vanguardista, que, además, es idílico destino de vacaciones para el turismo durante todo el año. Y eso sí, sin ánimo de dramatizar ni echar más hierro al asunto diciendo cosas como que esta debacle económica se veía venir, que parecía imposible que pudiera llegar a nuestro Primer Mundo, al octavo país industrializado, a nuestra patria, o sea, a España en general...
Pero es obvio: la crisis está aquí, instalada desde hace tiempo, y sus consecuencias se están cebando entre los sectores más pobres de nuestra sociedad obligando a muchas personas, más que a mendigar, a rebuscar literalmente entre los desperdicios. Indignante situación. Y más indignante todavía cuando descubres que algunos ayuntamientos, como el de la capital de España, han tomado la paradójica decisión de sancionar con una multa de 750 euros a quienes sorprendan en tan antiestética e insana situación. Y estas decisiones las dictan los mismos que defienden la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice, en su artículo 25, que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure salud y bienestar, y, en especial, alimentación, vestido, vivienda, asistencia médica y los servicios sociales necesarios; además de derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de medios de subsistencia ajenas a su voluntad. ¡Qué bonito suena, dicho así!
Junto a mi firme protesta hacia todos aquellos que colaboraron con la llegada de esta crisis, desencadenada por la codicia y fruto del egoísmo humano, sirva este artículo como llamamiento a la solidaridad dirigido a todos los ciudadanos que de alguna manera se sientan identificados con esta crítica. Sabed que, pese a todo, aún podemos dar gracias a aquellos comercios que se deshacen de estos productos sin más, depositándolos en contenedores públicos, pues son muchas las empresas, normalmente grandes cadenas de alimentación, las que han tomado el hábito de destruir toda materia orgánica días antes de su caducidad para, según me explicaron, evitar “contaminaciones” a aquellos que la rescaten de los contenedores. Lo que no han pensado, al menos no detenidamente, es que los pobres también pueden contaminarse si no tienen qué echarse a la boca; hecho que me entristece e incomoda a partes iguales. A los responsables de estos comercios les sugeriría, por favor, que pensaran en la posibilidad de ponerse en contacto con algún banco de alimentos donde donar aquellos productos que se encuentren en vías de caducidad pero, por supuesto, todavía en perfecto estado para su consumición.
Somos muchas las personas que nos hemos sobrecogido ante las imágenes que acompañaban el enternecedor artículo que los amigos de 1kafé plasmaron en un valioso gesto de solidaridad y favor con los necesitados. Me uno a la iniciativa de ponerles voz a los más desafortunados de nuestra sociedad evitando que hechos como estos pasen inadvertidos. ¿Que qué podemos hacer? Pues permítanme que les sugiera una cosa: ayudando a ese vecino que sepamos necesitado, o llevando una aportación de alimentos al grupo de Cáritas parroquial periódicamente, podrían ser dos medidas que harían más llevadera la vida de muchas personas. Cada uno, en la medida de nuestras posibilidades, podemos acabar obrando verdaderos milagros. Y es que, como siempre se dijo, la unión es la que hace la fuerza. A ver si entre todos conseguimos poner fin a esta clase de tristísimos sucesos que a diario encontramos en nuestra sociedad. Muchas personas se ahorrarían la vergüenza y la turbación de vivir de aquello que tiraron a la basura porque nadie lo quiso comprar.

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