martes, 7 de abril de 2009

"OMISIÓN DE SOCORRO"


Pasaba por la localidad de Torremendo camino a Orihuela cuando vi un grave accidente entre dos motos de gran cilindrada. Dos hombres yacían en la postura que habían caído doloridos quién sabe si con los brazos y clavículas rotas. Pese a estar rodeados por mucha gente paro y me acerco. Uno de los motoristas no gime, no se queja absolutamente para nada, dando muestras de una gran entereza puesto que claramente se aprecia, a través de la típica y acolchada chaqueta de motorista, que tiene un brazo roto. Algo parecido a sangre y gasolina se confunden en el suelo entre los gemidos de angustia del otro motorista que suplicaba que le quitaran el casco… Y de esta forma aún pasa más de media hora, que se hace eterna, hasta que llegan los servicios de emergencia.
Así es la vida, de un momento a otro se han visto implicados en un trágico accidente. Miro a mi alrededor y compruebo, con consuelo y alivio, que ante cualquier adversidad nunca nos encontramos solos. Allí, congregados, vecinos y transeúntes anónimos dispuestos a ayudar ya sea con una llamada de sus teléfonos móviles o con las palabras de ánimo más sinceras que nacen en esos momentos del corazón. Allí mismo, sí, el instinto y el amor actúan juntos.
Siempre he creído que lo único importante en nuestras vidas es lo que hacemos por los demás. Es más, pienso que por eso mismo Dios puso en el ser humano un natural instinto de solidaridad, hospitalidad y respeto hacia nuestros congéneres, instinto que habita en todos nosotros y que muy acertadamente plasmó Jesús en la parábola del Buen Samaritano. Nuestro hermano es quien nos ayuda aunque no nos conozca, quien nos tiende su mano a favor nuestro, el que no pasa de largo ante nuestro sufrimiento o desgracia. Ése al que su amor le lleva a actuar. Ése es nuestro prójimo, nuestro hermano y nuestra familia.
Por eso me entristece e indigna considerablemente pensar en los casos en que los heridos o víctimas son abandonados por los causantes del accidente. Y me pregunto: ¿cómo puede una persona ser humana y abandonar en una cuneta al que tanto le necesita en ese momento?
Tan criminal es el que mata con premeditación y alevosía como el que desatiende a un herido, esté o no implicado en su desgracia. Porque, aunque seamos los causantes de un desafortunado suceso, en todo momento lo prioritario siempre es socorrer al herido; gesto solidario que, además, honra, disculpa y hasta excusa a la persona de su error o despiste. Es evidente que todos estamos expuestos a herir o a ser heridos. Que el mundo vaya mejor está en manos de todos. Es sencillo, sólo hay que atender a nuestra conciencia y a nuestro corazón. Todo se nos es dado, no es mérito nuestro. Ya nacemos con este instinto.

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